El número de test de diagnóstico PCR se ha multiplicado en estos días, bien porque cada vez hay países que los exigen a los viajeros que llegan a su territorio, bien porque las personas prefieren someterse a uno antes de visitar a sus seres queridos.
Paralelamente a este aumento de las pruebas, los expertos consultados por la AFP lamentan la guerra de precios, que penaliza a los más pobres y también a la lucha contra la pandemia.
Cuando Fithrah Auliya Ansar, que había viajado con su hija y su marido a una boda a la isla de Sulawesi en Indonesia, quiso volver a su casa en Sumatra, las reglas habían cambiado y era necesario un test PCR para volver. La familia tenía que pagar 170 dólares y la mujer decidió retrasar su vuelta hasta que “el gobierno cambie las normas”, explica a la AFP.
La situación se repite, independientemente de los continentes. En Rosebank, un barrio acomodado a las afueras de Johannesburgo, en Sudáfrica, el test PCR, realizado en el parking de un laboratorio cuesta 850 rands, es decir más de 50 dólares.